Octubre 8, 2002 | El Diario de Hoy | p. 95
Para muchos padres y madres, es una preocupación real los problemas que en el mundo sus hijos tendrán que afrontar por el grado de egoísmo, insensibilidad, competencia y deslealtad que se observa en centros educativos o lugares de trabajo. Por ello, se enseña a niños y jóvenes a defenderse de los demás, olvidándose de qué buena parte de las dificultades planteadas pueden originarse por ellos mismos. Conviene, entonces, ayudarles a revisar permanentemente su interior. Allí se encontrará que una de las causas más comunes de roces interpersonales es un ego sobrevalorado, que se describe como una marcada incapacidad de aceptar las opiniones de otros. Ademas, su horma de interpretar los sucesos de la vida se constituye en una verdad absoluta. Necesita llamar la atención, ser el protagonista de la escena, nadie puede hacerlo mejor que él o ella. La vida se convierte en una guerra que debe ganar cueste lo que cueste. Ansía sobresalir, llegar y mantener el poder para controlar a las personas y a su entorno.
Esta conducta desencadena, en la mayoría de ocasiones, por profundos sentimientos de inseguridad e inferioridad que se disfrazan en la superioridad planteada para poder “funcionar” en la vida. La persona geocéntrica deja a su paso dolor, resentimiento, rebeldía o rechazo. Oriente a sus hijos y cultive en ellos dosis de amor, confianza, respeto, sencillez y solidaridad. En el mundo se puede brillar con luz propia sin destruir a nadie.
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