Recordemos que todo cambio planificado o imprevisto ofrece un espacio para aprender y madurar. Enero es el mes en el que muchos jóvenes y adultos ponen en práctica una serie de acciones que les permitirá alcanzar los propósitos de este año. Sin embargo, al revisar el cumplimiento de las metas del año anterior, se observa que la motivación que se tuvo al principio disminuyó lenta o repentinamente. Lo anterior se debe a que no se tiene claro lo que realmente se desea cumplir y para qué realizar esfuerzos; a partir de ahí, se identifican los cambios indispensables para adoptar un proceso de mejora constante.

Es importante examinar de qué se necesita desprenderse para seguir avanzando. En muchos casos, apoderarse de situaciones o personas trae consecuencias negativas.

En este punto, no se cuestiona que, por naturaleza, se busque la seguridad en la vida y que gran parte de la misma, se desarrolle bajo rutinas que disciplinan el quehacer diario; lo negativo es alimentar los apegos, repetir conductas que provocan que suceda lo que menos se desea.

Se necesita, pues, identificar las actitudes que entorpecen el alcance de los objetivos.

El cambio no supone únicamente perder o terminar con alguien o algo. Puede ser una modificación que al ser practicada con frecuencia, desencadena un resultado positivo. Abandonar lo conocido por lo novedoso significa contar con la oportunidad de vencer los miedos, descubrir lo que uno es capaz de hacer por uno mismo y los demás, fortalecer la adaptabilidad, promover el entusiasmo, aprender y madurar.